Texto: Conrado Millán Martínez
Ilustraciones: Laura Casanova Martínez
Hace mucho tiempo, cuando era pequeña, mi padre me llevó a ver nacer una ovejita.
Mi padre era el pastor del pueblo donde nací. Un buen día, me despertó a media noche y me dijo: –Ven corre, quiero enseñarte algo que te gustará.
Y así fue, porque lo que vi aquella noche fue lo más bonito que jamás había visto. Cuando nació, era una bolita de lana con orejas, blanca como la nieve y, a la vez, calentita y dulce como las magdalenas recién hechas.
Desde el primer día nos hicimos muy buenas amigas y mi padre me dijo que tenía que ponerle un nombre.
–¡Se llamará Vedija! –le dije mientras mis dedos jugaban con aquel hermoso mechón de lana que colgaba de su frente.
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